martes, 8 de abril de 2008

Oídos sordos

- ¡Niko! ¡Al frente!

Sus manos sudaban. Hoy era su turno. Le tocaba a él dar la clase especial. El tema sorteado era geografía evolutiva en el planeta tierra. Sabía de sus problemas para hablar en público y que, para poder pasar dignamente ese día, debía estar más que bien preparado. Estaba clarísimo que a sus compañeros no les importaba nada sobre la materia y harían oídos sordos sin prestar la menor atención a lo que tenía que decir, pero le temblaban las piernas. No podía empezar. Parecía que las largas noches que había dedicado a preparar su trabajo habían sido en vano, como siempre.

Al fin salió la voz, aunque entrecortada. Se le escapó una lágrima e hizo fuerza para que no la siguieran otras. Logró contenerse trasladándose con su mente a otro lugar.

Pensó en cómo se divertía yendo a recoger corales al mar, recordó su calma e inmensidad y cómo el concentrarse en la respiración lo ayudaba cuando algún gran pez le daba un susto. En aquellos casos tenía que evitar salir disparado a la superficie porque eso implicaba grandes riesgos, sobre todo cuando uno llevaba una escafandra. Pensó lo hermoso que sería poder bucear en las aguas del océano Pacífico. Y justamente de aquella región estaba hablando. Las palabras a esa altura brotaban solas. Finalmente, las largas noches de desvelo daban sus frutos. El entusiasmo se apoderó de él. Ya no le importaba quién estaba allí.

Y fue entonces cuando sucedió. El ruido fue ensordecedor. Niko quedó tambaleando, mareado y confuso. Los útiles se el resbalaron de las manos. Miró a su alrededor. Todos estaban con la misma expresión de sorpresa y temor. A todos les sangraban los oídos. Se tocó los suyos y los notó húmedos y pegajosos, se miró las manos y se dio cuenta que los suyos también. El ruido acabó. Seguido por un inquietante silencio. Nadie sabía que hacer.

Niko salió del aula, corrió a la calle y se encontró con otros como él. Todos con la misma expresión de confusión y pánico. Todos con sangre que salía de los oídos.

Su clase especial sería recordada por sus compañeros de por vida. Ése fue el último día que alguien escuchó algo.

(escrito por Ana Paula Álvarez)

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