viernes, 21 de marzo de 2008

La puerta

‒¿Qué hago acá? ¡Estoy perdiendo el tiempo! ‒dijo, nervioso, Manuel.

La cola hasta la ventanilla era para unas cuantas horas de espera.

‒Relajate muchacho ‒dijo el viejo‒, ¿porqué estás tan inquieto?

‒Estoy preocupado por mi amigo que no apareció.

Manuel comenzó a relatar lo que había ocurrido:

Había quedado en encontrarme en su casa para charlar de nuestro viaje a Perú el próximo verano. Como el edificio donde vive queda cerca de mi trabajo fui caminando hasta allá. El barrio es una zona arbolada con calle de adoquines, poco iluminada y con edificios viejos. Al llegar a la entrada del edificio, toqué el timbre pero nadie atendió. El portero me conoció enseguida, me hizo pasar y me ofreció esperar adentro.

Después del intercambio habitual de bromas entre hinchas de fútbol contrarios, me tomé el ascensor hasta el piso trece y lo esperé fuera.

Cuando llegué al palier, me percaté de que la puerta de mi amigo estaba entreabierta y lo único que se alcanzaba a ver era la oscuridad del interior.

Se escuchaba un ruido como de pasos, llamé pero nadie atendió. Supuse que sería alguna de sus mascotas y que mi amigo no tardaría en llegar.

Tras quince minutos, cuando ya estaba aburrido de esperar, me decidí a entrar.

Estaba abriendo la puerta, cuando escuché que una vecina salía de otro departamento detrás de mí. Giré para verla.

Intercambiamos un saludo amable, pero cuando centró su mirada en el interior de la casa de mi amigo, pegó un grito de pánico y salió corriendo.

Después, escuché algo que salía por la puerta y, de repente, alguien apagó la luz.



‒¡Número 47! ‒se escuchó por el altoparlante‒ ¡47 por favor, no tengo toda la vida!

‒Disculpe ‒le dijo al viejo.

Manuel se aproximó a la ventanilla donde leyó un cartel que dicía: ”San Pedro, atención al Público de 9 a 18 hs”.

‒Llegué justo‒ pensó el muchacho.

(escrito por Fernando Reyes)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espectacular!! vaaaamos queremos leer mas!!!Te mando un beso grande, PAtan