viernes, 21 de marzo de 2008

Eclipse verbal

El día del eclipse lunar había arreglado con Fabi para encontrarnos. Era miércoles y, aunque nos veríamos el jueves en el instituto, le dije que pasaba por su casa a las ocho y media.

Cuando llegué, toqué el 1° A pero ella no contestó. Carlos, el portero, estaba charlando en la puerta con un vecino y me hizo pasar.

Subí por la escalera al primer piso porque el edificio de Fabi no tiene ascensor. Enseguida vi la puerta del 1°B entreabierta. Por la rendija alcancé a ver que había sangre en el piso y el olor nauseabundo que salía de adentro anuló el resto de mis sentidos. Cerré los ojos.

Cuando los abrí, habían transcurrido dos horas y Fabi seguía sin aparecer. Sentía un inexplicable cansancio en todo el cuerpo, pero sobre todo, un temor extraño, interior y súbito. El miedo se me trepaba desde la punta de los dedos, subiendo por mis piernas como un reptil, hasta enroscarse en el cuello y dejarme sin aire. Pensé que lo mejor sería regresar a casa. Cuando viera a Fabi al día siguiente, me contaría lo que había sucedido. Sí. Iba a ser mejor. Huí.

En la puerta tuve la imprudencia de tropezar y llamar estúpidamente la atención. Casi derribo a Carlos quien, con voz temblona, me preguntó si Fabi estaba en su casa. Sin mirarlo le dije que no y seguí caminando hasta mi casa. Estaba muda. Fabi. Ella sabía. Ella me iba a contar al día siguiente lo que había visto y no recordaba.


(escrito por Loli)

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